Muchas veces, al recibir un regalo de quién sabemos positivamente que no nos quiere, podemos sospechar de las reales intenciones del mismo y actuar en consecuencia. Pero lo peor y lo realmente peligroso es cuando no sospechamos de esa persona, cuando consideramos a alguien como una persona honesta, proba e integra y no lo es, consideramos a alguien como un amigo, un hermano y no lo es, con una mano nos palmea la espalda, mientras, qué con la otra nos clava un puñal. Por eso recibimos gustosamente sus obsequios sin adivinar (ni siquiera sospechar) sus verdaderas intenciones. En el caso puntual de Marisa, como el hijo rompió accidentalmente el regalo, seguramente tuvo que tirarlo, y en ese caso si tenía algo, ese algo no cumplió su cometido.
miércoles, noviembre 9
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