Ciertos estudios (de los llamados científicos) realizados, seriamente, desde el siglo pasado hasta la fecha no han arrojado un resultado satisfactorio, tanto para los incrédulos, como para aquellos que eligen el creer que nuestro planeta suele recibir visitas procedentes de puntos lejanos del espacio. Ambos bandos (si pueden ser llamados de esta exagerada manera) presentan pruebas y evidencias que son juzgadas como primordiales por los que las presentan y como nimiedades sin sentido por aquellos que están en contra. Es muy difícil el tratar de analizar desde un punto de vista científico, aquello que se resiste a entrar dentro de los limites que se ha auto impuesto la ciencia. Como explicar algunos avistamientos de naves supuestamente extraterrestres desde el punto de vista de la física cuando lo que se ve desafía estos parámetros, como explicar el comportamiento de unos seres supuestamente extraterrestres desde un punto de vista lógico, cuando su comportamiento no se encuadra dentro de lo esperable. Sumado a esto, muchos relatos (de indudable carácter novelesco) nos describen a estos seres, como de anatomía muy similar a otros seres, cuyos avistamientos, habrían sido muy comunes en la antigüedad (elfos, hadas, duendes, gnomos, demonios, ángeles y un largo etcétera). Sin hablar de las abducciones, sobre todo de aquellas que dicen haberse llevado a cabo en grandes y populosas ciudades. Ya han pasado 60 años de los avistamientos del aviador Keneth Arnold (que bautizó a estas naves, como “platos voladores”) y aún sigue sin encontrarse una explicación satisfactoria para estos hechos.
martes, abril 26
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